Me gusta Pedro Cavadas. «¿Reto?», espetó a un periodista que le preguntó el otro día por su próximo desafío quirúrgico. «La Medicina no va de retos», argumentó. «Un reto es una patología psiquiátrica de quinceañero trasnochado; y el beneficio neto de conseguir un reto es cero. La Medicina va de aliviar el sufrimiento de las personas». Sus dos manos, su conocimiento y los valores humanos que guían a los tres, esfuerzo y constancia, fundamentalmente, han vuelto a convertir al cirujano valenciano en el nombre de moda en el ámbito de la salud. Todo gracias al primer trasplante bilateral de piernas del mundo, otro hito para la historia de la medicina y de su bisturí.
Su historia, casi una leyenda, comienza a ser de sobra conocida. Un «niño de papá» convertido en un gran microcirujano, al que no le faltaban ni porches ni nada, un día de 2003 decide viajar a África con la idea de hacer un poco de turismo solidario; y va y se da de bruces con la vida. «El mundo real», como le gusta decir a él. Personas mutiladas por un pozo de agua, niños castrados en busca de remedios contra el sida… mucha pobreza y también mucha alegría.
Cambia su forma de estar en el mundo y comienza a cobrar sentido en ella lo que de verdad lo tiene. Su crecimiento personal corre en paralelo a su desarrollo profesional. Cavadas se convierte en una referencia internacional en el mundo de la microcirugía. Sus detractores le llaman el ‘doctor Frankenstein’ por su capacidad para revitalizar cuerpos desmembrados, pero lo cierto es que sus manos son capaces de hacer lo que nadie en el mundo. El porcentaje de éxito de sus intervenciones ronda entre el 96% y el 98%.
Ahora, ha logrado otro hito al devolver las piernas a un chaval “de ventitantos” que se las destrozó en un accidente de tráfico. Pero a mí, a pesar de esa imagen de santón que le da la camisa ‘dashiki’ con la que comparece ante los medios –todo un símbolo de su forma de entender la vida y la medicina– lo que me gusta de Pedro Cavadas es su manera de estar, centrado en su misión, al margen de críticas y adhesiones. «Si fuera mago, mi trabajo estaría más próximo al de David Copperfield que al de Juan Tamariz porque, para bien o para mal, la mía es una cirugía vistosa», reconoce. Pero aclara: «No hago milagros. De hecho, soy agnóstico por la gracia de Dios. El 90% de mi éxito se debe al trillón de horas que he dedicado y dedico al estudio y el otro trillón que le entrego a mi trabajo». En total, 1.800 operaciones al año. El otro 10%, quién sabe si más, es cuestión de carácter. “Fui la persona más vanidosa del mundo, pero ya me he curado”.
Cavadas está de moda. Una vez más. Gracias por seguir en Valencia.
TOMADO DE http://blogs.elcorreo.com/pasamos-consulta/2011/07/14/un-tipo-llamado-pedro-cavadas-cirujano/#.TkZRboISX_M.facebook
Su historia, casi una leyenda, comienza a ser de sobra conocida. Un «niño de papá» convertido en un gran microcirujano, al que no le faltaban ni porches ni nada, un día de 2003 decide viajar a África con la idea de hacer un poco de turismo solidario; y va y se da de bruces con la vida. «El mundo real», como le gusta decir a él. Personas mutiladas por un pozo de agua, niños castrados en busca de remedios contra el sida… mucha pobreza y también mucha alegría.
Cambia su forma de estar en el mundo y comienza a cobrar sentido en ella lo que de verdad lo tiene. Su crecimiento personal corre en paralelo a su desarrollo profesional. Cavadas se convierte en una referencia internacional en el mundo de la microcirugía. Sus detractores le llaman el ‘doctor Frankenstein’ por su capacidad para revitalizar cuerpos desmembrados, pero lo cierto es que sus manos son capaces de hacer lo que nadie en el mundo. El porcentaje de éxito de sus intervenciones ronda entre el 96% y el 98%.
Ahora, ha logrado otro hito al devolver las piernas a un chaval “de ventitantos” que se las destrozó en un accidente de tráfico. Pero a mí, a pesar de esa imagen de santón que le da la camisa ‘dashiki’ con la que comparece ante los medios –todo un símbolo de su forma de entender la vida y la medicina– lo que me gusta de Pedro Cavadas es su manera de estar, centrado en su misión, al margen de críticas y adhesiones. «Si fuera mago, mi trabajo estaría más próximo al de David Copperfield que al de Juan Tamariz porque, para bien o para mal, la mía es una cirugía vistosa», reconoce. Pero aclara: «No hago milagros. De hecho, soy agnóstico por la gracia de Dios. El 90% de mi éxito se debe al trillón de horas que he dedicado y dedico al estudio y el otro trillón que le entrego a mi trabajo». En total, 1.800 operaciones al año. El otro 10%, quién sabe si más, es cuestión de carácter. “Fui la persona más vanidosa del mundo, pero ya me he curado”.
Cavadas está de moda. Una vez más. Gracias por seguir en Valencia.
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