Iván Chulvi-Medrano1, Juan Manuel
Cortell-Tormo2, Cyntia Selene Davila Gonzalez3.
1Doctor en Ciencias de la Actividad Física y el
Deporte. CSCS*, NSCA-CPT*, SEA Advanced
Level 4. Benestar Wellness Center.
2 Universidad de Alicante.
3Universidad Tecnológico de Monterrey. Presidenta de la
Asociación de Entrenamiento Funcional de México A.C.
Durante
los últimos años se ha generalizado el uso del término “entrenamiento funcional”.
Fruto de su popularidad y unido a su reciente aparición se han generado no
pocas aproximaciones conceptuales entorno al mismo. Quizá como respuesta a una
demanda generalizada y a la propia naturaleza de este tipo de actividad, en ocasiones,
se ha abusado de su relación con el entrenamiento o con la utilización de superficies
inestables o con una reproducción a ultranza de las actividades cotidianas,
basadas en el concepto de transferencia. Colado et al., (2008) replantean el
concepto “funcional” frente a las sobrevaloradas propuestas del mercado basadas
exclusivamente en la aplicación de inestabilidades y lo redefinen basándose en
tres principios:
1)
El entrenamiento funcional no debe basarse en la supuesta
transferencia para las acciones de la vida cotidiana, puesto que muchas de las
mismas pueden implicar un riesgo potencial para la salud, debido a situaciones
lesivas, principalmente a nivel articular.
2)
El entrenamiento funcional debería enfatizar la mejora de
la higiene postural tanto para las actividades de la vida cotidiana como de la
vida cotidiana laboral.
3)
El entrenamiento funcional debería orientarse a dos
aspectos mejorables, por un lado la mejora del rendimiento del sistema
neuromuscular, por otro lado las compensaciones de desequilibrios que puedan
desembocar en futuras lesiones.
En este sentido, y tomando como referencia un refutado
investigador al respecto, el Dr. Stuart McGill, los ejercicios funcionales
adecuados son aquellos en los que se mantiene alineada la región lumbo-pélvica
dentro de la zona neutra mediante la co-contración de los músculos del tronco,
mientras son satisfechas simultáneamente demandas realizadas con las
extremidades (McGill et al., 2003). En este sentido, Kibler et al. (2006)
definen la estabilidad del tronco como la habilidad de controlar la posición y el
movimiento del tronco, permitiendo un desempeño adecuado, una transferencia y
un control de la fuerza y del movimiento hacia los segmentos terminales de una
forma integrada.
El término entrenamiento funcional alude a los
ejercicios que se desarrollan de forma multiplanar, multiarticular y que
simulan patrones de movimiento que se deseen mejorar (Lagally et al., 2009). La
similitud mecánica hacia la tarea a mejorar, mantiene el principio de
especificidad, al cual se le atribuyen las mejoras obtenidas tras un programa
de entrenamiento mediante ejercicios funcionales (De Vreede et al., 2005).
Estos
aspectos son importantes para el diseño de programas de entrenamiento puesto
que la inestabilidad parece ser una causa muy influyente en determinados tipos
de dolor lumbar (low back pain)
(Nachemson, 1985; McGill, 2007). El mecanismo de inestabilidad lumbar, que ha
sido ampliamente estudiado por el doctor Panjabi, se caracteriza por la pérdida
de la habilidad de la espalda para mantener sus patrones de desplazamiento bajo
cargas fisiológicas pero sin pérdidas o reducciones neurológicas, sin
deformaciones y sin incapacidad por el dolor (Panjabi, 2003). En este sentido, una
debilidad en la musculatura del tronco reducirá la capacidad de rendimiento
motriz (Behm et al., 2010; Chulvi y Masiá, 2014) y junto a la inestabilidad,
pueden incrementar el riesgo de lesión y de dolor lumbar. Consecuentemente, el entrenamiento,
debería centrarse en limitar el movimiento intervertebral excesivo (Panjabi,
2003; McGill 2007). Esta circunstancia explica los motivos por los cuales se
han trasladado y adaptado técnicas y metodologías de entrenamiento para la
espalda propios de ambientes terapéuticos al ámbito deportivo.
La
estabilidad lumbar está mediada por 3 subsistemas: a) unidad de control neural;
b) unidad pasiva, espinal; c) unidad activa, muscular (Panjabi, 2003).
Debido
a la influencia de diversos parámetros, el entrenamiento debería estar orientado
hacia el aprendizaje motor, puesto que la literatura indica que el sistema
nervioso central puede reorganizar la actividad muscular para controlar los
patrones aprendidos y así poder asegurar el equilibrio durante los nuevos
movimientos y los nuevos entornos (Diederichsen et al., 2002; Taanila et al.,
2012).
Corresponde
a la concepción definida por Allen et al. (2013) en la que exponen el
entrenamiento funcional como aquel que lleva a cabo con movimientos naturales
sobre múltiples planos que pueden liderar mejoras de coordinación entre
múltiples músculos y estabilidad articular. Posiblemente las mejoras
neuromusculares (control y coordinación) asociadas al entrenamiento funcional
sean la consecuencia de la correcta selección de ejercicios funcionales, y por
tanto, motivo de las mejoras. Por este motivo, y de manera integrada, surgen propuesta en las que
convergen algunos aspectos importantes (Thompson et al., 2007):
1-.Ejercicios de
estabilización espinal.
Son
ejercicios en los que se mantiene la zona neutra lumbar estabilizada de forma
activa mediante la cocontracción de la musculatura del core que corresponda en
base a la dirección de inestabilización que suponga un desafío.
2-. Equilibrio y
propiocepción.
Habilidad
fundamental para mantener una constante retroalimentación informativa de la
ubicación del cuerpo.
3-. Flexibilidad.
Aspecto
fundamental, para desempeñar el movimiento en el rango de movimiento funcional
de la articulación para dicha tarea.
4-. Fuerza y resistencia
muscular.
Aunque
ambas capacidades son importantes para el buen acondicionamiento del tronco, la
resistencia muscular, especialmente en condiciones isométricas resulta un
apartado fundamental (Moffroid, 1997; McGill, 2007).
5-.Movimientos de
velocidad y potencia.
De
especial interés para generar superstiffnes
(superrigidez) de la región del tronco, que resulta necesaria para muchas de
las actividades atlético-deportivas. Por lo tanto, no se deberían apartar,
sobre todo en aquellas personas que requieran de demandas de estabilidad lumbar
muy fuertes (McGill, 2010).
A
la hora de llevar a cabo un entrenamiento funcional resulta crucial una
concienzuda selección de los ejercicios para que éstos tengan una similitud
mecánica muy notable respecto a la tarea a mejorar. Así mismo, se debe controlar
la correcta ejecución de dicha tarea motriz y que no existan desequilibrios
musculares que puedan verse afectados negativamente por el entrenamiento. De
ser así, se entrenaría una descompensación y con ello se agravaría la misma. De
la misma manera debe tenerse en cuenta que no existe un sólo ejercicio
funcional o el mejor ejercicio funcional. Si no que deben establecerse
progresiones de ejercicios con tendencia funcional, que supongan un reto paulatino
para la persona.
Así,
como criterio general, se puede recomendar la siguiente progresión (gráfico 1) basada en el trabajo de O’Sullivan (2000):
Gráfico 1. Diversas fases para el diseño de ejercicios de
estabilización específica lumbar (O’Sullivan, 2000).
Para
no caer en una prescripción de ejercicios “funcionales” indiscriminada, es
necesario establecer el punto de partida y así ajustar los ejercicios a la
condición de la persona. También resulta crucial recordar que a la hora de
incrementar los niveles de fuerza y de potencia, no resulta necesario incluir
este tipo de ejercicios, que pueden relegarse a otras fases de la periodización
del entrenamiento. Más bien, puede llegar a ser peligroso su uso para tal fin.
A la hora de realizar ejercicios orientados hacia mejoras estructurales de
fuerza o potencia se requiere de una buena base de sustentación que permita
aplicar fuerza con suficientes garantías de eficacia y seguridad. Éstos
ejercicios se caracterizan por ser en muchas ocasiones analíticos o globales en
un sólo plano de movimiento a diferencia del entrenamiento funcional que, ante
unos requerimientos estructurales básicos alcanzados, busca optimizar la
competencia funcional de la fuerza, es decir, movimientos globales y
multiplanares con bases de sustentación limitadas. De este modo el
entrenamiento funcional busca mejorar el funcionamiento del movimiento
“resistido” en el ser humano. Los ejercicios funcionales son los más ajustados
para ello porque el ser humano no se mueve de forma analítica o con grandes
bases de sustentación o en un solo plano de movimiento. Es evidente que, a
partir de esta concepción, se pueden estructurar metodologías de progresión en
función del grado de “funcionalidad” para los ejercicios o movimientos a
entrenar.
No
obstante, los ejercicios estructurales también pueden contribuir. Para ello,
existe un amplio consenso en el realizar ejercicios con peso libre,
multiarticulares y con desplazamiento vertical (como por ejemplo la sentadilla
y el peso muerto) para el fortalecimiento funcional del tronco (Rogan et al.,
2014; Martuscello et al., 2013; Chulvi y Masiá 2014).
Así
pues, el entrenamiento funcional tiene un punto central, la entrenamiento del
movimiento, para poder constituir un procedimiento funcional adaptado a las
posibilidades del aparato locomotor. Este concepto considera las funciones de
las diferentes articulaciones y músculos. Para poder determinar la eficacia de
los ejercicios que se prescriben en el entrenamiento funcional, se debe tener
en cuenta el movimiento del ejercicio, es decir, el movimiento exigido y la
realización de dicho ejercicio (Preibsch y Reichardt, 1989). Para poder
realizar una adecuada selección de ejercicios se deberá atender a los aspectos
citados anteriormente más los puntos de ergonomía y eficacia (gráfico 2).
Gráfico 2. Aspectos a considerar en la selección de ejercicios funcionales.
Teniendo
como base esta concepción se puede asegurar que el entrenamiento funcional
podría aplicarse a:
1)
Deportistas que necesiten incrementar su
fuerza funcional.
2)
Deportistas que requieran
incrementar/fortalecer una parte de un gesto deportivo concreto.
3)
Deportistas en proceso de
rehabilitación/recuperación que demanden cargas específicas y funcionales para
la zona afectada.
4)
Personas que habitualmente entrenen bajo
parámetros de salud.
5)
Personas que entrenen para incrementar su
condición física para soportar mejor las actividades comunes de la vida diaria.
6)
Personas que entrenen para incrementar su
condición física para soportar mejor las actividades comunes de la vida diaria.
7)
Personas en proceso de rehabilitación.
8)
Trabajadores que deseen mejorar su
ergonomía.
A
modo de conclusión, cabría resaltar que para una adecuada selección de
ejercicios funcionales e incluso de material inestable, en el caso de ser
necesario, resulta crucial realizar una valoración previa y asumir que no
existe un músculo estabilizador predominante (McGill, 2007) sino que depende de
la dirección de la inestabilidad (Kavcic et al., 2004). La esencia de estos
ejercicios de estabilización raquídea requieren mantener la zona lumbar en
posición neutra con un mínimo movimiento asociado (Vera-García et al., 2014)
aunque se lleven a cabo movimientos con las extremidades superiores/inferiores
(McGill et al., 2003). En ocasiones, se aplican los dispositivos de
inestabilidad para incrementar la actividad de la musculatura involucrada
(Vera-García et al., 2000), pero no siempre resulta eficaz, puesto que
dependerá de la correcta aplicación de los dispositivos de inestabilidad (Marshall
& Murphy, 2007) así como del propio ejercicio (Drake et al., 2006) y de la
progresión del mismo. La funcionalidad vendrá determinada por la correcta
selección de los ejercicios y la progresión de los mismos, siempre hacia una
tarea que acople adecuadamente los patrones de estabilidad lumbar con las
demandas de esfuerzo físico que se desee mejorar.
Referencias
bibliográficas.
Allen CC, Dean KA, Jung AP, et al. Upper body muscular activation during variations of
push-ups in healthy men. Int J Exerc
Science 2013; 6 (4): 278-88.
Behm
DG, Drinkwater EJ, Willardson JM, et al. The use of instability to train the core musculature.
Applied Physiol Nut Metab
2010;
35: 91-108.
Chulvi-Medrano I, Masiá L. Entrenamiento de inestabilidad. bases para el
correcto entrenamiento. enfoque sobre la columna lumbar. Vigo: Ediciones
Cardeñoso; 2014.
Colado JC, Culvi I, Heredia,
JR. Criterios para el
diseño de los programas de acondicionamiento muscular desde una perspectiva
funcional. En: Ejercicio físico en salas de acondicionamiento muscular: bases científico-médicas para una
práctica segura y saludable. Rodríguez PL, Ed. Madrid: Panamericana, 2008.
pp 154-167.
De Vreede PL, Samson MM, Van Meeteren
NLU, et al. Functional-task exercise versus resistance stregnth exercise to improve
daily function in older women: a randomized, controlled trial. J Am Geriatr Soc 2005; 53: 2-10.
Diederichsen
L, Kroogsgaard M, Voigt M, et al. Shoulder reflexes. J
Electromyography Kinesiol 2002; 12 (3): 183-91.
Kavcic N, Grenier S, McGill
SM. Quantifying tissue
loads and spine stability while performing commonly prescribed low back
stabilization exercises. Spine, 2004; 29:2319-29.
Kibler
WB, Press J, Sciascia A.
The role of core stability in athletic function. Sports Med 2006; 36:189-98.
Lagally
KM, Cordero J, Good J, et al. Physiologic and metabolic responses to a continuous functional
resistance exercise workout. J Strength
Cond Res 2009; 23 (2): 373-379.
Marshall P, Murphy B. Changes in muscle activity and perceived exertion
during exercises performed on a swiss ball. Appl Physiol Nutr Metab, 2006;
31(4): 376-83.
Martuscello JM, Nuzzo JL, Ashley CD
et al. Systematic
review of core muscle activity during physical fitness exercises. J Strength Cond Res 2013; 27 (6):
1684-98.
McGill
SM, Grenier S, Kavcic N, et al. Coordination of muscle activity to assure stability of the lumbar
spine. J Electromyogr Kinesiol 2003;
13 (4): 353-359.
McGill
SM. Low back
disorders.Evidence-based prevention
and rehabilitation 2nd edition. Chamaing IL: Human Kinetics; 2007.
McGill
SM. Ultimate back
fitness and performance. 4th ed. Waterloo: Backfitpro Inc.; 2010.
Moffroid
MT. Endurante of trunk
muscles in persons with chronic low back pain: Assessment, performance,
training. J Rehabilitation Research and
Develeopment 1997; 34 (4): 440-447.
Nachemson
AL. Advances in
low-back pain. Clin Orthop 1985; 200:
266-78.
O’Sullivan
PB. Lumbar segmental
“instability”: clinical presentation and specific stabilizing exercise
management. Manual Therapy 2000; 5
(1): 2-12.
Panjabi
MM. Clinical spinal
instability and low back pain. J
Electromyography Kinesiol 2003; 13: 371-8.
Preibsch
M, Reichardt H. En forma.
Barcelona: Editorial Hispano Europea; 1989.
Rogan
S, Riesen J, Taeymans J.
Core muscle chains activation during core exercises determined by EMG- a
systematic review. Praxis (Bern 1994)
2014; 103 (21): 1263-70.
Taanila HP, Suni JA, Pihlajamäki HK,
et al. Predictors
of low back pain in physically active conscripts with special emphasis on
muscular fitness. The Spine J 2012;
12: 737-748.
Thompson
CHJ Cobb KM, Blackwell J.
Functional training improves club head speed and functional fitness in older
golfer. J Strength Cond Res 2007; 21
(1): 131-137
Vera-García FJ, Grenier
SG, McGill SM. Abdominal muscle response during curl-ups on both stable and labile
surfaces. Phys Ther, 2000; 80(6), 564-69.
Vera-García
FJ. Barbado D, Moya M.
Trunk stabilization exercises for healthy individuals. Rev Bras Cineantropom Desempenho Hum, 2014; 16 (2): 200-11.
El presente artículo pretende realizar una breve recomendación general para este situación médica particular, lo cual NO SUSTITUIRÁ NUNCA, ni el diagnóstico ni el tratamiento tanto médico como terapéutico que se pueda haber emitido. Así mismo, se recomienda que si usted padece la situación tratada a lo largo del artículo, se ponga en contacto con su médico, fisioterapeuta o prescriptor de ejercicio para que puedan realizar un estudio profundo y personalizado de su situación, pudiendo ajustarle al máximo la realización de ejercicio físico o el tratamiento más acertado para usted.
Si te ha gustado esta entrada y quieres expresar o compartir tu opinión y/o experiencia, puedes participar añadiendo tu propio comentario.
Gracias por compartir esta información! Ya me habían hablado del entrenamiento funcional pero ahora conozco más sobre ello. Empezaré a llevarlo dos veces por semana en un centro funcional, y espero tener buenos resultados!!
ResponderEliminar