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Hipertensión arterial y ejercicio físico

Hipertensión arterial y ejercicio físico


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Hipertensión arterial y ejercicio físico


La presión arterial (PA) es la fuerza con la que la sangre circula por el interior de las arterias del cuerpo. La hipertensión arterial (HTA) ocurre cuando esta fuerza se encuentra elevada de forma crónica. La presión arterial (PA) tiene dos medidas: la presión arterial sistólica (PAS) o máxima y la presión arterial diastólica (PAD) o mínima. La presión arterial sistólica (PAS) ocurre cuando el corazón impulsa la sangre por todo el cuerpo. La presión arterial diastólica (PAD) tiene lugar en el momento de relajarse el corazón. Cuando la presión arterial sistólica (PAS) está por encima de 140 mmHg y la presión arterial diastólica (PAD) por encima de 90 mmHg tomadas al menos en dos ocasiones diferentes, estamos ante una hipertensión arterial (HTA). Es un problema de salud muy frecuente. En la mayoría de los casos la causa es desconocida.
Hipertensión arterial y ejercicio físico

Por Dr. Iván Chulvi (1*) y Dr. José Sanchís (2)
Dr. Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Benestar Wellnes Center.
Doctor en Medicina y Cirugía Médica. Jefe de Servicio de Hematología.
Resumen
Normalmente, la hipertensión arterial (HTA) no produce molestias. Pero, aun así, es necesario cuidarla y tratarla. De lo contrario, con el paso del tiempo, puede dañar el corazón, los riñones, el cerebro y los ojos. Los cambios de estilo de vida resultan fundamentales en la hipertensión arterial (HTA), y la actividad física es un parámetro de gran influencia. Para lograr los beneficios derivados se debe recomendar adecuadamente la actividad física, aspecto que será desarrollado en el artículo.

Palabras clave: hipertensión, ejercicio físico, entrenamiento de fuerza, entrenamiento aeróbico.

Introducción.
La hipertensión arterial es una situación patológica en la que la presión que ejerce la sangre sobre las paredes vasculares resulta elevada y puede generar problemas para la salud. En este sentido el manual de medicina Harrison define la hipertensión arterial como el aumento crónico de los valores de la presión arterial (Longo et al., 2013). Se considera hipertensión arterial cuando los valores de tensión arterial sistólica superan los 140 mmHg y la tensión arterial diastólica exceden los 90 mmHg (Chobanian et al., 2003). La hipertensión ha sido justificadamente denominada “el asesino silencioso” puesto que no debutan síntomas algunos que permita al afecto o afecta advertir de su presencia.
Esta patología tiene una etiología desconocida, aunque en los últimos años, y gracias a los avances de la genética, se ha descubierto su gran penetrancia génica. Sin embargo, esta predisposición a padecer hipertensión, se potencia por comorbilidades (sedentarismo, perímetro abdominal excesivo, consumo excesivo de sal y alcohol, hipercolesterolemia, diabetes mellitus tipo II y tabaquismo.) (Sharman y Stowasser, 2009). La preocupación por el control de esta patología se centra en la elevada incidencia en la población afectando a un 35% de la población española (Banegas, 2005) y los devastadores efectos que puede ocasionar sobre: a) el corazón; b) el cerebro; c) los riñones; d) arterias periféricas; e) nervios (neuropatías periféricas – Chobanian et al., 2003). En los últimos años, y en gran medida gracias al 7º Informe del Joint National Committe on Prevention,este comité de expertos puso de manifiesto que las personas que se encontraran en situación de prehipertensión, definida como la tensión arterial sistólica entre 120-139 mmHg y la tensión arterial diastólica entre 80-89 mmHg se le debe recomendar hábitos de vida cardiosaludable (peso óptimo, dieta mediterránea y ejercicio físico aeróbico), para procurar evitar la terapia farmacológica (Chobanian et al., 2003).
Aunque no es objeto de este artículo, merece una pequeña alusión la vital importancia que posee una correcta alimentación, en este sentido la recomendación general es seguir las pautas establecidas por la Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH), para el lector interesado se le redirige a la página oficial del DASH para que pueda profundizar sobre que estrategias nutricionales son las sugeridas (http://dashdiet.org). La Dieta DASH es rica en frutas, verduras y lácteos y con reducción total de grasas saturadas. Al final del estudio dicha dieta redujo la TA en 5,5 mm/Hg tras 11 semanas. El efecto de la dieta DASH fue más marcado en hipertensos afroamericanos. La eficacia de dicha dieta se ha confirmado en estudios posteriores, actualmente está considerada la “gold standard diet”. Es importante matizar que dicha dieta llega a revertir aterosclerosis coronaria.
La modificación de algunos estilos de vida como puede ser el peso corporal, la actividad física y la correcta alimentación han mostrado ejercer influencia directa sobre los valores de la tensión arterial (tabla 1), pudiendo cuantificarse aproximadamente los descensos que se pueden lograr mediante la modificación de estos hábitos (Chobanian et al., 2003).
-Ver tabla nº 1: Modificación de estilos de vida y su incidencia sobre los niveles de tensión arterial (al final del artículo).
Importancia de la actividad física.
Parece ser que la práctica adecuada y sistematizada genera un efecto positivo sobre esta patología. Algunos mecanismos que han sido propuestos como influyentes en este beneficio son (Pescatello et al., 2004):
  • Adaptaciones neurohormonales sobre el sistema nervioso simpático y sobre el sistema renina-angiotensina.
  • Velocidad de respuesta vascular.
  • Adaptaciones estructurales, favoreciendo la angiogénesis (Neves et al., 2014).
  • Mejorando los niveles de hiperinsulinemia (Gordon, 2002).
  • Mejorando la función renal (Gordon, 2002).
La eficacia del ejercicio físico resulta elevada puesto que el 75% de los hipertensos puede disminuir en 11 y 8 mmHg la tensión arterial sistólica y diastólica respectivamente (Hagberg et al., 2000). Así mismo varios trabajos llevados a cabo por el doctor Williams han puesto de manifiesto que la práctica de ejercicio físico progresivo reduce el riesgo de padecer hipertensión. Para ello, se sirvió de un seguimiento de 7.7 años a 29.139 hombres y de 7.4 años a 11.985 mujeres. De esta cohorte, el 8.53% (2342) de los hombres y el 4.26% (499) de las mujeres se volvieron hipertensas. Gracias a este trabajo se pudo comprobar que mejorar rendimiento en una prueba de 10 kilómetros se relacionaba con menores riesgos en padecer hipertensión, concretamente un 62% (Williams, 2008).
En la otra investigación, se pudo constatar que además del rendimiento en una prueba de 10 kilómetros, el volumen de ejercicio físico también ejerce una influencia significativa. En este caso, los sujetos que realizaban menos de 16 kilómetros semanales (aproximadamente, los kilómetros que haría una persona media que siga las pautas de ejercicio para la salud) consumían más fármacos antihipertensivos que aquellos en los que el volumen semanal ascendía a más de 64 kilómetros, quienes reportaron un 48% y 52% menos en hombres y mujeres respectivamente (Williams y Franklin, 2007). Para poder disfrutar de los efectos positivos del ejercicio el diseño del programa de ejercicio debe circunscribirse a las particularidades que emanan de la fisiopatología así como de la farmacología asociada.
En primer lugar, y como no podría ser de otro modo, resulta necesario realizar un test inicial en el que se realice la correspondiente anamnesis, así como la toma de tensión arterial y alguna prueba de esfuerzo bajo la supervisión médica correspondiente (Gordon, 2002).
A continuación se debe señalar que el punto de partida del ejercicio físico en personas con hipertensión se centra en el ejercicio cardiovascular (gráfico 1), que se recomienda realizar cuantos más días a la semana mejor (Pescatello et al., 2004), aunque se debe completar con un programa de ejercicio neuromuscular (Pescatello et al., 2004).
-Ver gráfico nº 1: Recomendaciones de ejercicio físico aeróbico en personas con hipertensión (Pescatello et al., 2004) (al final del artículo).
La recomendación más extendida es la de mantener los hábitos de ejercicio moderado (Hagber et al., 2000; Pescatello et al., 2004 ) pero tal y como ha sido expuesto anteriormente, puede resultar necesario progresar para obtener mayores beneficios, por lo tanto, en aquellas personas en las que quede permitido dicha progresión se puede sugerir que se mantenga la programa de ejercicio moderado mediante caminar o algún ejercicio similar por 5 días a la semana y se reservan 3 días a la semana para el ejercicio vigoroso, representado por actividades como correr, patinar o bicicleta (Sharman y Stowasser, 2009).
-Ver gráfico nº 2: Recomendaciones de ejercicio físico aeróbico vigoroso en personas con hipertensión (Sharman y Stowasser, 2009) (al final del artículo).
En lo que a entrenamiento de fuerza se refiere, las recomendaciones resultan más generales. En este caso, y como norma general las recomendaciones apuntan a realizar muchas repeticiones con una carga baja (gráfico 3), y disponer la sesión en forma de circuito. Las variables a las que se debe atender son (Abellán et al., sin año, López, 2008; Gordon, 2002).

-Ver gráfico nº 3: Recomendaciones de ejercicio físico de entrenamiento de fuerza en personas con hipertensión (al final del artículo).
En el caso del entrenamiento de fuerza parece que la igual que en el ejercicio aeróbico, se requiera de una progresión para obtener mayores beneficios, pero aún se necesita más información que corrobore este postulado (Kelley y Kelley, 2000). Por lo tanto, la recomendación se mantendrá en un programa de ejercicio de fuerza suave.

Consideraciones especiales.
Adicionalmente la persona hipertensa debe conocer que a la hora de hacer ejercicio físico requiere de una especial atención que debe ser subrayada (Pescatello et al., 2004; Sharman y Stowasser, 2009):
  • Monitorización de la tensión arterial durante (o al finalizar una serie) el ejercicio mediante la media de dos registros consecutivos espaciados por 30 segundos.
  • Si en condiciones pre-ejercicio aparecen valores de tensiones arteriales sistólicas por encima de 180 mmHg y superiores a 110 mmHg en tensión arterial diastólica no se iniciará el ejercicio físico programado.
  • Se deberá prolongar la fase de enfriamiento (cool down) por encima de los 5 minutos, recomendándose 7-10 minutos para evitar el fenómeno de hipotensión post-ejercicio. Esta fase consiste en la realización de ejercicio cardiovascular suave y estiramientos. Con esta estrategia se pretende evitar la hipotensión, especialmente en aquellas personas que estén medicadas, puesto que muchos fármacos reducirán la resistencia periférica total.
  • Si la persona es mayor de los 65 años la fase de enfriamientos debería ser mayor a los 10 minutos.
  • Si en cualquier momento la persona reporta o se le registrar un valor por encima de 210 /105 mmHg o 190 /105 mmHg en hombres y mujeres respectivamente se derivará inmediatamente al facultativo pertinente.
  • Si la respuesta al ejercicio es hipotensiva, es decir, se evidencia una incapacidad de incrementar la tensión arterial pese al incremento de las demandas por ejercicio físico, generalmente menores a 20-30 mmHg se detendrá el ejercicio físico. Este fenómeno puede reflejar la necesidad de un ajuste del tratamiento antihipertensivo.
  • Resulta de gran utilidad e incrementa la seguridad de los programa de ejercicio físico que los pacientes sean educados en el reconocimiento de los síntomas de:
    • Hipoglucemia: Sensación de mareo, sudoración fría
    • Cualquier tipo de dolor torácico opresivo
    • Golpe de calor.
  • Evitar los ejercicios isométricos intensos, pues generar un marcado efecto presor, que puede resultar perjudicial.
  • El ejercicio máximo también debe ser restringido, por su tendencia presora, a nivel general, se asume como conveniente no exceder el umbral de 180 mmHg para la tensión arterial sistólica y 105 mmHg para la tensión arterial diastólica durante la práctica del ejercicio físico. Posibilidad de aplicar el doble producto (también conocido como índice de sobrecarga miocárdica) para 
  • controlar el efecto presor de un ejercicio a una intensidad determinada. Este factor se calcular multiplicando la tensión arterial sistólica por la frecuencia cardiaca registradas en un ejercicio determinado a una intensidad concreta.
  • Lo recomendable sería establecer la sesión de ejercicio en el momento del día en que la tensión arterial esté mejor controlada.
  • El descanso entre series de ejercicio debe ser suficiente, nunca debe ser inferior a 30 segundos.
  • Evitar la maniobra de Valsalva, es decir bloquear la ventilación durante un esfuerzo físico. Por lo tanto, resulta fundamental que la persona aprenda a respirar adecuadamente durante la ejecución de los ejercicios físicos.
  • Los betabloqueantes ejercen una función cardioprotectora selectiva, por tanto, es el fármaco adecuado como primer escalón en la terapia antihipertensiva, su toma reducirá el rendimiento físico así como la respuesta de la frecuencia cardiaca a una intensidad determinada. Por lo que el monitoreo de la intensidad del ejercicio en estos pacientes se recomienda realizar con la aplicación de una escala de esfuerzo percibido.
  • Los fármacos diuréticos favorecerán el aumento de la diuresis durante las sesiones de ejercicio físico, consecuentemente, se deberán mantener las estrategias de rehidratación durante el ejercicio de una forma más continuada.
  • Los fármacos antagonistas del canal de calcio pueden reducir la tensión arterial post esfuerzo, así, se recomienda estos fármacos ingerirlos postcena.
  • Prestar atención a otras comorbilidades que requieran de ajustar el ejercicio.
  • Evitar los ejercicios en los que el nivel de la cabeza esté por debajo del de las caderas (ejercicios declinados).

  • Un pequeño apunte hacia un futuro no muy lejano. Los avances científicos permiten determinar aspectos moleculares anteriormente desconocidos, y que al tenerlos presentes, permiten mejorar las intervenciones en materia de farmacología, nutrición y ejercicio físico. En este caso, la hipertensión no iba a ser una excepción, por lo que se están investigando las relaciones genéticas que relacionan el ejercicio físico con la hipertensión. Así por ejemplo, en una investigación antigua Hagber et al. (1999) detectaron que las modificaciones en los genes de la apolipoproteína E (ApoE) y de la enzima convertidora de la angiotensina (ACE) podrían determinar las posibilidades de mejora mediante el ejercicio físico.
    Más recientemente, se ha estudiado los posibles vínculos entre patología e intervención con ejercicio físico mediante los microRNAs (Neves et al., 2014). La investigación genética es prometedora se conocen las limitaciones previas, investigaciones demasiado fragmentadas, número insuficiente de pacientes incluidos, fenotipado incompleto, escaso número de genes y polimorfismos, emparejamiento insuficiente de los fenotipos y de los genes potencialmente implicados.
    Sin embargo las posibilidades de la investigación genética están creciendo a una velocidad increíble. Lo que es necesario es una investigación concertada y no fragmentada.
    Conclusiones
Aunque puede resultar complicado que los pacientes hipertensos se ejerciten habitualmente, el ejercicio físico debe formar parte de las recomendaciones que se aporten al paciente junto con el plan farmacológico y estrategias nutricionales. El ejercicio físico bien diseñado y ajustado a las consideraciones particulares de la hipertensión no resulta perjudicial y si beneficioso. El ejercicio aeróbico realizado todos los días o la gran mayoría de los mismos debería ser el eje central de la recomendación, que se debería complementar con un programa de entrenamiento de fuerza suave en circuito.


Tabla 1. Modificación de estilo de vida y su incidencia sobre los niveles de tensión arterial.
a) Reducción de peso corporal: ↓ 5-20 mmHg por cada 10 kilogramos perdidos
b) Seguir un programa de ejercicio físico: ↓ 4-9 mmHg (siguiendo las pautas generales de realización de 30 minutos de ejercicio físico casi todos los días de la semana)
c) Mantener las pautas DASH: ↓ 8-14 mmHg

Referencias bibliográficas.
Abellán J, Sainz de Baranda P, Ortín EJ. Guía para la prescripción de ejercicio físico en pacientes con riesgo cardiovascular. Murcia S.G. Formato (sin año) p 39-42. Disponible en [http://www.seh-lelha.org/pdf/guiaejerciciorcv.pdf]. Consultado el 03 Enero 2015 a las 19:00.
Banegas JR. Epidemiología de la hipertensión arterial en España. Situación actual y perspectiva. Hipertensión 2005; 22 (9): 653-62.
Chobanian AV, Bakris GL, Black HR, et al. The seventh report of the Joint National Committee on Prevention, Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Pressure: The JNC7 Report. JAMA 2003; 289 (19): 2560-71.
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El presente artículo pretende realizar una breve recomendación general para este situación médica particular, lo cual NO SUSTITUIRÁ NUNCA, ni el diagnóstico ni el tratamiento tanto médico como terapéutico que se pueda haber emitido. Así mismo, se recomienda que si usted padece la situación tratada a lo largo del artículo, se ponga en contacto con su médico, fisioterapeuta o prescriptor de ejercicio para que puedan realizar un estudio profundo y personalizado de su situación, pudiendo ajustarle al máximo la realización de ejercicio físico o el tratamiento más acertado para usted.


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Comentarios

  1. Excelente post, interesante diría yo por el gran amigo IVAN, sin embargo no nos deberíamos quedarnos con esta lectura solamente ya que es un tema que nos preocupa a todos con esa enfermedad que dia a dia nos ataca, recomiendo como buenos investigadores que somos, busquemos mayos información sobre este tema tan importante en cuestión Controlar la Hipertensión Arterial específicamente en lo que se refiere a Ejercicios Físicos para controlar la Hipertensión Arterial , recomiendo para ello , esta excelente publicación Ejercicios Físicos para controlar la Hipertensión Arterial
    Muchas gracias amigos.

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