La
actividad física ha sido integrada como un factor preventivo del declive de la
función cognitiva, retrasando con ello, el fenómeno de la demencia, y por
tanto, influirá positivamente en el progreso de enfermedades como el Alzheimer.
Esta afirmación se está consolidando con la intensificación en el número de
investigaciones al respecto, debido a esta proliferación un grupo de
investigadores se han visto motivados para realizar una revisión de la
literatura, que será objeto del análisis del presente artículo.
Los
autores buscaron investigaciones epidemiológicas con carácter longitudinal, y
obtuvieron 24 trabajos de elevada calidad para poder incluir en su análisis.
Con los resultados de estos trabajos se puede afirmar la existencia de
correlaciones entre el nivel de la condición física y/o el nivel de actividad
física realizado con los niveles cognitivos de las personas de edad avanzada.
Cuando
se analiza la investigación básica (utilizando modelos animales) se pone de manifiesto
que el cerebro retiene la capacidad de regenerar nuevas conexiones y nuevas
neuronas. Un estímulo externo como puede ser la actividad física puede ejercer
influencia sobre los procesos neurológicos relacionados con la edad o con los
procesos neuropatológicos de la enfermedad de Alzheimer.
La
actividad física podría resultar en una salud mayor para el cerebro,
previniendo el declive cognitivo y
reduciendo la incidencia de la enfermedad de Alzheimer. No obstante, los
mecanismos biológicos no son del todo conocidos, parece ser que el ejercicio
puede ser positivo por varias vías:
a)
Reducción de los factores de riesgo generales.
b)
Incrementar la citoarquitectura del cerebro.
c)
Incrementar las propiedades electrofisiológicas.
d)
Incremento de los factores de crecimiento del
cerebro como el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF).
e)
Impacto sobre la carga amiloide.
f)
Otros mecanismos supuestos pero no demostrados.
Sobre
los mecanismos biológicos, recientemente Baker et al. (2010) han evidenciados
respuestas diferencias entre hombres y mujeres y han encontrado evidencias que
apuntan hacia respuestas al ejercicio a nivel del eje
hipotalámico-pituitario-adrenal y glucometabólicos diferentes.
El
ejercicio físico supone un estrés para el cuerpo, y como tal puede ser
manipulado por diversas características que influirán sobre el impacto que
generará en nuestro organismo, de la misma forma que con un fármaco, existe una
relación dosis-respuesta. La relación dosis de ejercicio y respuesta positiva
para la enfermedad del Alzheimer no está determinar debido a la escasez de los
estudios, no obstante existe una tendencia mostrada por la literatura actual
que indica una mayor interacción por parte del ejercicio de baja-moderada
intensidad. Los autores de la revisión sugieren la realización de al meno 1,5
horas semanales de caminar o con una intensidad comprendida entre el 40 y el
70% de la frecuencia cardiaca de reserva.
Sobre
el tipo de ejercicio no parece existir relación, por lo que el prescriptor de
ejercicio se deberá inclinar por un tipo
de ejercicio fácil, disfrutable y preferente para la persona afectada que
facilite la adherencia y seguridad de su práctica, con lo garantizaremos el
éxito y la seguridad de nuestra intervención.
Si
nos basamos en los criterios que recomiendan estos autores para la selección
del tipo de ejercicio, podemos inferir que el entrenamiento vibratorio podría
ser una herramienta muy válida. Esta suposición gana fundamento cuando existen
evidencias que muestran como la plataforma de vibración permite un incremento
moderado de fuerza, pequeño efecto sobre la propiocepción y calidad de vida en
pacientes con patologías neurológicas entre las que se encuentran los afectados
de Alzheimer. A estos efectos se añade que no se ha encontrado efectos
secundarios por su aplicación, por lo que parece ser una buena elección de tipo
de ejercicio siempre que se controle su exposición (del Pozo-Cruz et al.,
2012).
El
prescriptor de ejercicio físico debe asesorar en la promoción de cambios de
estilo de vida hacia una mayor actividad.
Esta
forma de ejercicio debería incluirse como primer paso, puesto que diversas
revisiones han puesto de manifiesto que el ejercicio vigorosos (>6 METs)
puede resultar muy beneficioso a tanto a nivel funcional como estructural en
personas con discapacidad moderada cognitiva (Alskog, 2011).
Dentro
de esta categoría de ejercicio intenso parece que el ejercicio de entrenamiento
de fuerza tiene cabida, e incluso con mayores beneficios que otros tipos de
ejercicios. Esta conclusión deriva del reciente trabajo publicado por Nagamatsu
et al. (2012) quiénes han comunicado los resultados del estudio EXCEL (del ingles el ejercicio para la
cognición y el día a día) donde sometieron a 86 personas con edades de entre 70
y 80 años con discapacidad moderada cognitiva a un programa de entrenamiento
con máquinas neumáticas durante 6 meses con una carga de 2 series y 6-8 repeticiones
con un entrenamiento progresivo en función de la evolución de la persona. Esta
intervención reportó mayores mejoras que el entrenamiento aeróbico (70%-80% de
la frecuencia cardiaca máxima) y del entrenamiento de equilibrio y tono
(estiramientos, equilibrio y técnicas de relajación) en tareas cognitivas como
el stroop test o las tareas de
memoria asociativa.
Con
evidencias como está, ya se dispone de otro argumento para fomentar las
campañas de actividad física, recordemos que cada vez vivimos más, y ello
incurre en un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular y declive cognitivo, y
la correcta ejecución de ejercicio físico retrasa la aparición de estos cambios
patológicos asociados con la edad.
Referencias bibliográficas consultadas.
Del Pozo-Cruz B, Adsuar JC, Parraca JA, del Pozo-Cruz
J, Olivares PR, Gusi N. Using whole-body vibration training in patients
affected with common neurological diseases: a systematic literature review. J Altern Complement Med 2012; 18 (1):
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Wilkinson CW, McTiernan A et al. Effects of aerobic exercise on mild cognitive
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Nagamatsu LS, Handy TC, Hsu CL, Voss M, Liu-Ambrose T.
Resistance
training promotes cognitive and functional brain plasticity in seniors with
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172 (8):666-668.
Ahlskog JE. Does vigorous
exercise have a neuroprotective effect in Parkinson disease? Neurology 2011; 77 (3): 288-294.
Nota
del autor.
El presente
artículo pretende realizar una breve recomendación general para este situación
médica particular, lo cual NO SUSTITUIRÁ NUNCA, ni el diagnóstico ni el
tratamiento tano médico como fisioterapéutico que se pueda haber emitido. Así
mismo, se recomienda que si usted padece la situación tratada a lo largo del
artículo, se ponga en contacto con su médico, fisioterapeuta o prescriptor de
ejercicio para que puedan realizar un estudio profundo y personalizado de su
situación, pudiendo ajustarle al máximo la realización de ejercicio físico o el
tratamiento más acertado para usted.
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