De un tiempo a esta parte han proliferado las dietas altas en proteínas. Actualmente está de moda la Dieta Dukan, pero anterior a ésta fue la Dieta de la Zona, así como otros sistemas para perder peso elaborados por la industria farmacéutica a base de sobres, barritas, etc. Son versiones nuevas de la Dieta Scardale y adaptaciones de la Dieta de Atkins.
Características:
Se caracterizan fundamentalmente por ser bajas o incluso muy bajas en hidratos de carbono, a la vez que aumentan la cantidad de proteínas. La cantidad de grasas unas las bajan, otras las mantienen, o incluso algunas las permiten sin límite.
Eficacia:
No se puede negar la eficacia de estas dietas (si se cumplen) al menos a corto y medio plazo. Tal vez el problema se plantea a largo plazo, para el mantenimiento del peso perdido (como ocurre con todas las dietas).
Han sido criticadas por tener serios efectos secundarios, no obstante y si son controladas médicamente, no tienen por qué ser tan perjudiciales. Probablemente los efectos de la obesidad serán más negativos que los que puedan ocasionar este tipo de dietas.
Actividad deportiva:
A nosotros nos preocupa el efecto de seguir una dieta de estas características cuando se lleva un entrenamiento regular y frecuente, que podemos estimar en 45 a 60 minutos/sesión y 3 o más sesiones por semana.
Consecuencias:
La carencia de hidratos de carbono durante el entrenamiento impide una adecuada consecución de la energía para el trabajo muscular. Se ponen en marcha complejos mecanismos metabólicos para obtener glucosa a partir de ácidos grasos y aminoácidos (neoglucogenesis). Esto lleva a una pérdida de masa muscular (que sin embargo no suele ocurrir si la persona es sedentaria).
La ausencia de suficientes hidratos de carbono impide una buena adaptación al esfuerzo, dificulta la recuperación, provocando una competencia entre los órganos que precisan glucosa como fuente energética como riñones o cerebro, con los músculos.
Como consecuencia, el individuo no puede mantener un ritmo adecuado de entrenamiento, pierde fuerza, resistencia, capacidad de recuperación, y masa muscular.
Soluciones:
El problema se puede solucionar calculando la cantidad de hidratos de carbono que el individuo necesita a lo largo del día, pero sobre todo, antes, durante y al terminar de entrenar. Depende de cada uno, y entre otros del tamaño corporal y de la intensidad del entrenamiento, pero por norma general deberíamos aportar una media de 40 gr de hidratos de carbono por cada hora de entrenamiento.
No cabe duda y después de más de 20 años de trabajo e investigación en la alimentación del deportista, que se debe bajar el porcentaje de grasa del peso total (hasta un cierto límite), que las grasas de la alimentación deben reducirse, las proteínas se deben mantener o aumentar según la actividad física y los hidratos de carbono se deberán ajustar a la intensidad, tipo de ejercicio y horario de entrenamiento.
Futuro:
Por lo demás, no vamos a defender ni atacar lo que podríamos llamar modelos o sistemas de Dieta. Lo importante es facilitar su cumplimiento, que sean eficaces a corto, pero sobre todo a largo plazo (¡ese es el factor fundamental!), que provoquen pérdida de grasa corporal más que pérdida de peso general y que no perjudiquen al organismo, y por añadidura, a nuestro rendimiento físico e intelectual. Para conseguirlo, deberemos conocer los hábitos de alimentación y actividad del sujeto y relacionarlos entre sí, corrigiendo lo inadecuado. El objetivo no debe ser “largar” una receta de dieta, sino adaptar lo que ya se esté haciendo a los intereses deportivos, sobre la base de las apetencias y hábitos que tengamos, consiguiendo que se adquieran unos hábitos dietéticos, que por ser “hábitos”, no cuestan de mantener en el tiempo.
Dr. Diego García SaizDietética y Nutrición
Dr. Luis García del Moral Betzen
Medicina de la Educación Física y Deporte
Medicina de la Educación Física y Deporte
Instituto de Medicina del Deporte
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