Es ampliamente conocido que la práctica regular de ejercicio físico lidera beneficios tanto en el plano físico, como el psicológico como el social.
Desde los tempranos trabajos de los años 40’s se ha establecido una relación entre el nivel de actividad física y el estado de salud o de incidencia de enfermedades, destacando en esta labor a los investigadores del Instituto Cooper, liderados por el doctor Steven N Blair.
Así por ejemplo, recientemente, otro grupo de investigadores realizó un estudio prospectivo de cohorte que incluyó a 7080 mujeres de entre 70 y 75 años de edad y 11668 varones con edades comprendidas entre 65-83 años. Fruto del análisis han podido concluir que la actividad física está inversamente relacionada con cualquier causa de muerte en hombres y mujeres de edad avanzada, siendo más evidente entre la población femenina quienes obtendrán mayores resultados incluso con menores niveles de actividad física (Brown et al., 2012).
Hasta hace poco tiempo no se conocía el CÓMO se conseguían o cuales eran los mecanismos involucrados en los beneficios de la actividad física para la salud. Gracias al estudio de la biología molecular aplicada al estudio de las ciencias de la actividad física y el deporte se ha podido destacar dos posibles mecanismos.
Por un lado, un estudio publicado en la revista Nature, ha desvelado que el ejercicio intenso activa el gen BCL2, 30 minutos después del esfuerzo. Este gen funciona regulando el metabolismo celular destruyendo proteínas defectuosas y favoreciendo la renovación celular.
Este descubrimiento permitirá profundizar en la relación dosis-respuesta del ejercicio puesto que si se incluye esta variable de estudio en futuras investigaciones se podría conocer cuánto ejercicio, qué ejercicio, a qué intensidad, a cuánta frecuencia se debe realizar el ejercicio para activar el gen BCL2.
En la misma revista ha sido publicado otro ensayo experimental , en el que fue inyectada la hormona irisina (una hormona que incrementa con el ejercicio en humanos). Este hormona transforma la grasa blanca (con función almacenadora de energía principalmente) en gras parda o marrón (especializada en la disipación de energía en forma de calor).
Otro efecto destacado en el estudio fue la mejora del control de la glucosa y los niveles de insulina, mejorías que aparecieron paralelamente a la disminución de peso corporal.
Esta investigación desvela la comunicación existente entre el músculo – a través de las miokinas- y el tejido adiposo.
Aunque los hallazgos de ambas investigaciones se han logrado con un modelo animal 8ambos con ratones), son resultados con cierta transmisión al ser humano. Por lo tanto, deberemos estar atentos a futuros estudios similares aplicados en seres humanos.
Por último, y lejos del mensaje que se ha podido leer en muchos foros, de la creación de una pastilla con efectos similares al ejercicio físico, estos hallazgos permiten fundamentar y, esperemos que en un futuro no muy lejano precisar la relación óptima de dosis-respuesta del ejercicio.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS CONSULTADAS.
HE C, BASSIK MC, MORESI V et al. Exercise-induced BCL2-regulated autophagy is required for muscle glucose homesotasis. Nature 2012, 481 (7382): 511-515. doi: 10.1038/nature10758.
BROWN WJ, McLAUGHLIN D, LEUNG J et al. Physical activity and all-cause mortality in older women and men. Br J sports Med 2012. PMID 22219216.
BOSTRÖM P, WU J JEDRYCHOWSKI MP et al. A PGC1-alpha- dependent myokine that’s drives brown-fat-like development of white fat and thermogenesis. Nature 2012; 481 (7382): 463-8 doi: 10.1038/nature10777.
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